26 de noviembre de 2011

Mamá, quiero ser mangaka


No hace mucho tiempo tuve, por un rato, la loca idea de convertirme en dibujante de cómics. Idea que, sin estar olvidada, ha quedado un poco empolvada detrás de nuevos intereses, nuevos desafíos y nuevas ideas, que me han hecho preguntarme una y otra vez sobre las razones que nos llevan a querer contar historias. Hace poco tuve la oportunidad de leer parte de Bakuman (sí, Bakuman, no confundir con ese engendro mezcla de Pokemon y Yugi Oh que por desgracia les gusta a mis sobrinos), una serie de manga que ha dado de que hablar desde el año pasado, y me fue inevitable recordar y cuestionar mis viejos sueños de papel y tinta china. Para quienes no la conozcan, Bakuman es la más reciente obra de una reconocida dupla de japoneses conformada por Tsugumi Ōba (guionista) y Takeshi Obata (dibujante), autores de la conocidísima serie Death Note, que tuvo un gran éxito en occidente e incluso tendrá dentro de poco su adaptación cinematográfica por parte de Hollywood. Como es común en sus obras, Bakuman es un manga con un excelente dibujo y una historia que nos atrapa con facilidad, a pesar de tratar un tema a primera vista no muy apropiado para una historia de acción y suspenso. Sin embargo, luego de leer unas cuantas páginas descubriremos con sorpresa que el tema no sólo funciona, sino que además resulta ser mucho más oscuro y complejo de lo que aparenta, de seguro más de lo que sus autores esperaban. Y ese tema es el ser Mangaka.